¿POR QUÉ CAMBIAR A UNA GESTIÓN MENSTRUAL SOSTENIBLE?

 

Pensemos en las últimas tres generaciones de personas menstruantes, es decir, tu abuela, tu madre y vos. Las tres recibieron su primera menstruación en un contexto distinto. La primera gestionaba su menstruación a través de apósitos de tela, la segunda vivió la transición entre estas últimas y las toallas higiénicas descartables, mientras que nosotras recibimos nuestro primer período con el hábito del uso y descarte: toallas higiénicas descartables, tampones, aplicadores de tampones y más. Sin embargo, cada vez son más las voces que cuestionan esta forma de gestión menstrual que, no solo genera residuos que se acumulan en rellenos sanitarios sin degradarse, sino también que impactan en nuestra salud. 
Desde hace tiempo se viene poniendo en debate la “Gestión Menstrual Sostenible” (GMS). Pero, ¿qué significa realmente? La Gestión Menstrual Sostenible hace referencia a las prácticas de cuidado e higiene para aquellas personas que tienen su menstruación, en la que se propone incorporar una mirada social, económica y ambiental a la hora de elegir aquellos productos utilizados durante la menstruación (elaboración propia a partir del documento Justicia Menstrual, 2021 y el Fondo de población de las Naciones Unidas).

Para comprender mejor esta mirada socio-económica conversamos con la Asociación Civil “Preservate”, Asociación de Argentina la cual brinda charlas y talleres de Educación Sexual Integral (ESI) en colegios, hogares, clubes, empresas y más.  La  misma nos explica que hoy en día al hablar de menstruación, a su vez, estamos hablando de derechos. Estos últimos involucran una perspectiva que abarca la educación, la sanidad, la autonomía corporal, la desigualdad de género, la salud pública, el acceso a la información y la Educación Sexual Integral. 

De acuerdo a la información brindada por “Preservate”, entendemos que  hablar de “gestión menstrual” requiere también ciertas condiciones previas para las personas menstruantes que son básicas y esenciales: el acceso al agua limpia y a instalaciones sanitarias acordes (Justicia Menstrual, 2021).  Estas cuestiones nos sitúan en un marco social específico para poder elegir productos de gestión menstrual y acceder libremente a los mismos. Existe actualmente una lucha que enfrentan muchas personas de bajos ingresos al intentar adquirir productos menstruales. El término “pobreza del período” también se refiere al aumento de la vulnerabilidad económica que enfrentan las personas menstruantes debido a la carga financiera planteada por los suministros, sumado a la desigualdad laboral en cuanto a los ingresos económicos (Fondo de población de las Naciones Unidas).


Desde esta mirada socio-económica, es claro que los productos para la gestión menstrual implican un gasto extra en la economía de todas las personas menstruantes generando, en aquellos sectores que presentan desigualdad social y económica, la dificultad al acceso de estos productos. Teniendo esto en cuenta, comparamos las opciones para una gestión menstrual que, en ciertos lugares, tenemos a disposición. Por lo tanto, si comparamos económicamente las opciones descartables vs. las reutilizables podríamos suponer que el gasto anual en toallas higiénicas descartables o tampones no parecería ser una suma importante. Sin embargo, el cambio a la copa menstrual nos permite ahorrar (en pesos argentinos), aproximadamente 5 años de gastos en tampones ($21.636) o toallas higiénicas femeninas ($16.145) si pensamos en términos de la vida media (5 años) de la copa menstrual (Elaboración propia en base a los datos informados en: Justica Menstrual, 2021). En Argentina, hubo un pico de búsqueda de “copa menstrual” en mayo de 2020 (Google trends). Es decir, en plena pandemia. Esto da cuenta del interés de las personas por cambiar sus hábitos de gestión menstrual. Actualmente, en el mercado argentino hay varias marcas disponibles, entre ellas una de origen nacional.

Ahora bien, incorporando una mirada ambiental, aparecen otros argumentos para incentivar la transición hacia una GMS.  Solo en Argentina se usan y descartan 3.5 mil millones de unidades por año de tampones y toallas higiénicas descartables según la elección de productos de cada persona (Elaboración propia en base a los datos informados en: Justicia Menstrual, 2021). Esto genera más de 132 mil toneladas de basura anuales, es decir, plásticos que no son reciclables ni biodegradables (Justicia Menstrual, 2021), lo que equivale al peso de 758 aviones (elaboración propia en base a los datos en Justicia Menstrual, 2021). Esto nos da una pauta de la cultura en la que estamos inmersos en donde prevalece lo descartable y el abuso que hacemos de los plásticos.

Además del costo ambiental, afecta a nuestra salud. El impacto no solo es al final de su vida útil, sino durante el uso del producto. Tanto las toallas higiénicas descartables como los tampones NO son 100% algodón. Parte de su composición consiste en plásticos que contienen aditivos, que son sustancias químicas que le otorgan distintas propiedades al producto final. Pero las ventajas que le otorgan al producto, muchas veces se convierten en una amenaza para nuestra salud. 

Veamos algunos de estos aditivos y el daño que pueden provocar:

Bisfenol A

El bisfenol A (BPA) es un aditivo que actúa como plastificante y se agrega a los plásticos para hacerlos más flexibles. Se encuentra en toallas higiénicas descartables y tampones (Gao et al., 2020). Entre los problemas asociados a la salud que se les encuentra tenemos que imita la acción del estrógeno, hormona muy importante en la regulación del ciclo menstrual femenino. En estudios con animales, se demostró que la exposición al Bisfenol A no sólo actúa como un disruptor endocrino, sino que también puede provocar alteraciones en el sistema reproductor (Peretz et al., 2014). La Dra. Pat Hunt, reconocida por mostrar el efecto adverso del BPA, advirtió que incluso a bajas dosis de BPA pueden generar un impacto negativo en la salud (Peeples, EHN, 2019), rompiendo con la creencia de que en pocas cantidades no hay efectos reales. 

El BPA es solo la punta del iceberg, hay otros químicos que pueden actuar como disruptores endocrinos -sustancias exógenas al organismo que alteran la función del sistema endocrino-, como por ejemplo el bisfenol S (BPS) que se usa para reemplazar al BPA (Rochester et al., 2015). Por este motivo, tampoco se puede tener absoluta confianza en los productos que claman ser “libres de BPA” (Wei-Haas, NatGeo, 2018). 

Ftalatos

Los ftalatos también son aditivos plastificantes. Están presentes en las capas (impermeables) de plástico de las toallas higiénicas descartables, y en los adhesivos. Además, pueden ser parte de las fragancias presentes en algunos productos de higiene menstrual. Un estudio reciente de la Universidad de Illinois halló 2 tipos diferentes de ftalatos en 11 marcas de toallas higiénicas descartables disponibles en el mercado de Grecia, Egipto, Japón, Corea, Finlandia, Francia y Estados Unidos (Park et al., 2019). Lo que llamó la atención de los autores es que estaban en niveles mucho más altos que los medidos hasta ese momento en otros productos de uso cotidiano. 

Al igual que el BPA, los ftalatos son disruptores endocrinos (NIEHS, 2014). Se los han asociado a varios problemas de salud (Bienkowski, EHN, 2019) como ser trastornos endocrinos (Mankidy et al., 2013), y en el sistema reproductivo (Hannon et al., 2015). Los ftalatos también se han vinculado con problemas de corazón (Muscogiuri et al., 2016), diabetes (Legler et al., 2015), algunos tipos de cánceres (Chen et al., 2016) y defectos de nacimiento (Parks et al., 2000).


Hoy en día lo que nos toca es des-aprender prácticas de uso y consumo descartable y re-aprender a través de nuevas alternativas. En los últimos años han aumentado la cantidad de alternativas para reemplazar las toallas higiénicas descartables y los tampones, las cuales empiezan a ser cada vez más elegidas. Entre ellas podemos encontrar toallas higiénicas reutilizables con un diseño muy similar a las descartables o ropa interior menstrual y las copas menstruales (elaboradas con silicona médica). Según google trends, la copa menstrual es una de las opciones más populares (Jones, BBC, 2018). 

La GMS es una oportunidad para desplastificarnos: cuidar el ambiente y nuestra salud al mismo tiempo. Existen alternativas más amigables y hoy en día, también, hay más información y difusión. Solo es cuestión de animarse y tomar el impulso al cambio porque no solo estamos cuidando al ambiente sino también a nosotras mismas. Tenemos que impulsarnos a salir de nuestra zona de confort e implementarlas y seguir siendo parte de la desplastificación.

Gracias al aporte de “Preservate” entendemos también la necesidad e importancia de volver estas alternativas más accesibles económicamente para todos los niveles sociales. En ese sentido es importante un Estado presente que logre a través de regulaciones para un acceso más igualitario. 

 
 

 
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